viernes, 18 de septiembre de 2015

LA SOCIEDAD SENSACIONAL

"La civilización del espectáculo" es un ensayo de Mario Vargas Llosa, que trata acerca de cómo el sensacionalismo ha secuestrado a la cultura. Es irónico cómo alguien que crítica a la sociedad por su idealización del espectáculo, ahora se encuentra inmerso en su propio escándalo. Para los que no saben, nuestro premio Nobel es ahora el protagonista de una relación amorosa que ha generado mucha polémica; del tipo que llena las páginas de los tabloides chicha. Esto se debe a que el aclamado escritor peruano, después de cumplir 50 años de casado con su esposa (quien, además, es su prima), inesperadamente, decidió separarse de ella para hacer pública su relación con la socialité filipina Isabel Preysler (la mamá de Enrique Iglesias). 


En los últimos meses, esta nueva pareja ha estremecido los medios de comunicación, convirtiéndose en un tema de discusión de alta cobertura. Incluso su hijo, Gonzalo Vargas Llosa, ha comentado que le parece irónico que su padre, tras años de criticar a los medios por su sensacionalismo, se haya convertido en un participe del amarillismo mediático. Pero no estamos aquí para hablar ni criticar al premio Nobel peruano. MVLL podrá ser un hipócrita y clasista, pero cada quien tiene el derecho a hacer lo que lo hace feliz; cómo dijo el escritor: “Yo he cumplido, ahora me toca ser feliz. No me queda mucho tiempo”. Y olvidándonos de todo esto, el autor de "La ciudad y los perros" ha aportado bastante a la cultura peruana, y no solo con literatura, sino también con ensayos que ponen en perspectiva muchas cosas que suceden en nuestra sociedad.

Ese es el caso de “La civilización del espectáculo”. En este ensayo, Vargas Llosa nos cuenta acerca de un fenómeno que tiene una evidente presencia en nuestra sociedad; un argumento con el cual estoy de acuerdo al 100 %. El autor peruano elabora acerca de la banalización de la cultura; de cómo esta nueva era de información, publicidad y consumo masivo ha llevado a que actividades culturales, que antes funcionaban para nutrir la mente, ahora sirvan para llenar el tiempo y distraer a las personas de la realidad. Tal como señala en su ensayo, la frivolidad ahora predomina sobre los discursos de medios culturales, como el cine y el periodismo. Tal es el caso que este fenómeno de anti-intelectualidad ha trascendido a otras áreas, cómo la política. Antes, el político se asociaba con filósofos y científicos, y así le demostraba al mundo que estaba al tanto de los temas de coyuntura. Ahora, en cambio, ¿qué hace un político para aumentar su popularidad? Se toma un selfie con celebridades.
 *Esto fue lo que la candidata mas favorable a la presidencia de EEUU Hillary Clinton, 
tuiteo el día del primer debate de los candidatos republicanos (el partido de oposición)

Y esto va más allá de tomarse fotos. Hasta la manera en que se realizan las campañas políticas, refleja cómo las banalidades han invadido las prioridades de las personas. Hoy en día, en la mayoría de los casos, las ideas de un político pesan menos que su billetera, y menos que la cantidad de cobertura que recibe. Algunos dirán, ¿pero, mientras mejores ideas, más cobertura, no? No. El nivel de frivolidad al que ha llegado la cultura, ha hecho que la “buena televisión” sea sinónimo de morbo. Y morbo no solo es la explotación de imágenes gráficamente violentas que hacen del crimen un espectáculo. Morbo es cualquier tipo de contenido que apela a las emociones mediante lo provocativo, lo escandaloso y lo moralmente ambiguo. Ese siendo el caso, para que un político reciba cobertura, tiene que apelar a esos sentimientos. Hay excepciones en las cuales un político no tiene que ser participe de este juego, pero solo si la cobertura viene de canales con un código de ética. Pero aun existen muchos medios que priorizan el rating y que han institucionalizado el morbo como la herramienta para conseguir dicha audiencia. Esto lleva a que las personas encargadas de tomar decisiones, reduzcan su discurso a los requisitos sensacionalistas para recibir cobertura.

No requiere mucho esfuerzo encontrar ese fenómeno en nuestro contexto. Basta con prender el canal del congreso y ver a dos congresistas de partidos enemigos discutir sin argumentos. En vez de debatir, uno sugiere que el otro partido está lleno de ratas, y dicho partido responde haciendo ruido con carpetazos. El nivel de anti-intelectualismo al que han llegado las discusiones políticas también se debe a esta normalización de lo simplista y frívolo. Si ese no fuese el caso, insultar a un opositor o hacer un comentario aberrante no sería la estrategia más efectiva para que El Comercio cubra a un político. Peor aun cuando se acercan las elecciones. En vez de proponer ideas, para salir publicado en un periódico o en Facebook, PPK tiene que sugerir que Keiko también tiene doble pasaporte. ¿Por qué? Porque llama la atención. Porque en esta nueva cultura trivializada, más fácil es que el electorado forme una opinión en base a quien acusó a quien, que en base a un análisis crítico de las propuestas de cada político. Este fenómeno ha llegado a tales niveles, que en algunos casos no basta con atacar, hay candidatos que prefieren hacerse los ridículos y reforzar la idea de que la política también es un espectáculo.


*Candidato a la presidencia, del Partido Nacionalista 
(con 3,5% de votos a su favor) 

Los responsables de incitar que esto sea la norma, no son sólo los políticos. Como señala Mario Vargas Llosa en su ensayo: “las noticias pasan a ser importantes o secundarias sobre todo, y a veces exclusivamente, no tanto por su significación económica, política, cultural y social como por su carácter novedoso, sorprendente, insólito, escandaloso y espectacular”.  Está claro que el escritor tiene la razón, tan solo prendiendo nuestro televisor podemos comprobarlo. Es cierto que aun existen programas que hacen el esfuerzo por ser objetivos, pero igual, hasta el noticiero común y corriente le dedica un extenso segmento a la farándula. O hasta la manera en que reportan una noticia. Cuando sucede un asesinato o violación, muchos le dan más énfasis al sufrimiento de las personas y a los dilemas personales, que al propio crimen. Se supone que estos tienen el trabajo de informar objetivamente y a través de hechos concretos, pero muchos (no todos), también se dejan llevar por ideología o intereses políticos, o financieros, al emitir un reportaje. Así es como se crean las famosas cortinas de humo. Y no lo hacen sólo por que juegan a favor del medio que emite la noticia, pero porque apela al morbo al cual esta acostumbrado la audiencia.

Esto nos regresa al argumento de párrafos anteriores: los medios apelan a las emociones a través del morbo. Al enfocarse en lo sensacionalista o lo visualmente atractivo, normalizan este contenido y la falta del pensamiento critico, en el consumo de información en nuestra cultura. Y va mas allá de enfocarse en historias violentas y escándalos, lo que hace que el periodismo sea un espectáculo. También se refleja en el lenguaje que los medios utilizan. Hay poco espacio para argumentar, todo es inmediato y simplista. Por eso es que hay algunas figuras mediáticas que para expresar una idea dicen cosas incoherentes, gritan, insultan a otras personas, ridiculizan, y en general basan su discurso en una respuesta emocional a una noticia, dejando que opaque su razón. Un ejemplo es el popular periodista Augusto Thorndike. Tras la derrota ante Chile en la Copa América, procedió a hacer comentarios xenófobos acerca de la selección y el pueblo de ese país. Todo por el resultado de un juego que no tiene ningún efecto sobre nuestro bienestar o existencia. Lo mismo cuando tuvo su pataleta ante la campaña “chapa tu choro y déjalo paralítico”. Se dejó llevar por sus emociones e incitó: “chapa tu juez y déjalo paralítico”.


El efecto que esto tiene sobre nosotros, va más allá de que surjan críticas como las mías que tildan a todo discurso no argumentado, de anti-intelectual o cojudo. La normalización de lo trivial, repercute en la manera en que una sociedad piensa colectivamente.  Si ese no fuese el caso, ¿por qué basta con polos y panetones para que un candidato convenza a todo un pueblo para que voten por él? O, ¿por qué basta con que alguien diga algo que emocionalmente simpatiza con muchos, para que dichas palabras sean sujetas al alabo, pese a si ese comentario es ignorante o incoherente? Como señala MVLL: “…divertirse, no aburrirse, evitar lo que perturba, preocupa y angustia, pasó a ser, para sectores sociales cada vez más amplios, de la cúspide a la base de la pirámide social, un mandato generacional, eso que Ortega y Gasset llamaba ‘el espíritu de nuestro tiempo’“. Esto alude a la dirección que han tomado los discursos sociales. Hoy en dia, el anti-intelectualismo predomina sobre la opinión popular; es el resultado de esta nueva cultura que busca la simplificación del razonamiento, a cambio de los sentimientos y las sensaciones (por ende sensacionalismo).

Y cuando se habla de “anti-intelectualismo”, no significa no hablar como un doctor en filosofía de la San Marcos; significa basar la ideología, el discurso y la toma de decisiones en pensamientos impulsivos, emociones, prejuicios y en general una falta de criterio, argumentos, ética o razonamiento. Es por eso que cuando una "comunicadora social" sale a decir "¡chapa tu choro y linchalo!", una gran parte de la población responde de manera positiva. O peor aun, en el caso más extremo de todos, cuando un misógino, racista, ignorante como Donald Trump se lanza a la presidencia, trepa a la cima de las encuestas por decir: "Yo soy el mejor", "Obama es un luser", "Mis opositores son estúpidos", y otros comentarios que también apelan al racismo y xenofobia de un sector de la población estadounidense. Estos casos son el claro ejemplo de que en esta sociedad superficial, basta con decir algo simplista y emocional, sin argumentos, para que tus palabras tengan acogida. Porque, al usar la razón, queda claro que medidas de justicia popular no resuelven la delincuencia, o que decir "I'm the best" no te hace un candidato apto para la presidencia.  

*La cita con la cual el candidato cerro su discurso. el día que se lanzo a la presidencia

Todo lo anterior es un producto de la banalización de la cultura; de vivir en una época en la cual el conformismo es la norma; en la que pensar a profundidad o analizar es "cargoso" para el cerebro. Como señala Vargas Llosa en su ensayo, esto va más allá del lenguaje de nuestros políticos y medios de comunicación. Este fenómeno, en parte, se debe al poder que ha adquirido la publicidad con el pasar de los años. Ya no es como antes que se vendían productos, ahora se venden sentimientos, estilos de vida e ideologías. La publicidad hace esto a través de sensaciones y no a través de argumentos. Además, la mayoría de productos se crean con el fin de que lleguen a una audiencia masiva. Esto ha suscitado la masificación de los discursos publicitarios y sus valores, que como he mencionado, apelan al lado emocional de las personas. Esto ha introducido  los criterios consumistas y materialistas, el consumo de cualquier tipo de información, y es por eso que el mismo lenguaje publicitario ha transcendido al periodismo, la política y el cine.

El tercero de esos es el mejor ejemplo de cómo la publicidad ha invadido los medios culturales. Es cierto que aún existen películas que se realizan con el fin de entretener mientras le dan al espectador un cierto goce intelectual, pero por otro lado, Hollywood hace todo lo opuesto. La mayoría de sus films son productos visualmente sobrecargados, llenos de efectos especiales y una cantidad infinita de product placement. El efecto que esto ha tenido es que el cine, para muchos, ha dejado de ser un medio cultural; las películas se han convertido en una herramienta de distracción. El mismo hecho de que contengan publicidad y estén audiovisualmente diseñadas para dejar al espectador atontado, apela al criterio sensacionalista y espectacular de la sociedad actual. 

Sucede lo mismo con la televisión. Se le da prioridad a lo que no requiere el uso del pensamiento crítico, pero que sí despierta respuestas sensoriales o emocionales. Nuestros canales son el claro ejemplo. Los programas más vistos son Esto Es Guerra y Combate. Los cuerpos musculosos y tonificados cumplen el rol visual, mientras que los escándalos, el rol emocional. Lo mismo va para los "talk-shows". Tienen tanta acogida por el hecho de que distraen de la realidad, hacen de la vida cotidiana un espectáculo, apelando al morbo de las personas. Lo que muchos no toman en cuenta, es que al promover estos valores, los están normalizando y alimentan el círculo vicioso que es la trivialización de nuestra cultura.

*Advertencia: escuchar a estros tres hablar puede causar un derrame cerebral

Esta nueva cultura intelectualmente minimizada también ha afectado la manera en que muchos de nosotros vivimos nuestro día a día. Le damos tanta importancia a partidos de fútbol o a nuestros planes del fin de semana, que nos olvidamos de las cosas que realmente importan. Y no digo que a todos nos tiene que interesar la política o los temas de actualidad. Pero, nuestra susceptibilidad ante los discursos publicitarios y el conformismo ante la banalización de la cotidianidad nos han cegado y nos impiden ver las cosas objetivamente o a profundidad. Nos dejamos llevar por lo atractivo y lo que "llama la atención", que nos dejamos engañar o distraer por las personas que no quieren la ruptura del statu quo. Vivimos de una manera automatizada sin tomar en cuenta cómo es que los cambios a nuestro alrededor influyen sobre nuestra vida. Algunos dicen que mientras no te afecta, no hay porque darle importancia. Pero todo de lo que nos quejamos a diario (delincuencia, trafico excesivo, burocracia, informalidad, ineficiencia por parte de las autoridades) es producto de nuestra indiferencia ante lo que sucede en nuestro entorno. Como dice MVLL en su ensayo: "Cuando una cultura ha relegado al desván de las cosas pasadas de moda el ejercicio de pensar y sustituido las ideas por las imágenes, los productos literarios y artísticos pasan a ser promovidos, y aceptados o rechazados, por las técnicas publicitarias y los reflejos condicionados en un público que carece de defensas intelectuales y sensibles para detectar los contrabandos y las extorsiones de que es víctima".

¿Qué significa esto? Que por satisfacer nuestras sensaciones y emociones, nos dejamos manipular; que hemos convertido al pensamiento crítico en un tabú social porque se nos hace más satisfactorio seguir la línea que se nos ha trazado. Esto ha suscitado que las opiniones de intelectuales cómo sociólogos, filósofos, antropólogos, politólogos y científicos queden en segundo plano, por debajo de las opiniones de personas que nuestros medios idealizan, es decir, las celebridades. Esto no tiene nada de malo, si dicha celebridad está contribuyendo a un discurso con un argumento razonable, pero el problema está en que hemos priorizado a quienes forman parte de la imagen idealizada que tenemos del espectáculo. Un claro ejemplo de esto es la campaña realizada hace algunos meses, por el colectivo Déjala Decidir. ¿Por qué, para que el pueblo peruano entienda que la violación es un gran problema social y que las mujeres tienen el derecho a decidir, el mensaje tiene que salir de las bocas de Mario Hart, Mario Irrivaren y Millet Figueroa? ¿Acaso no basta con ver la realidad de nuestro país para llegar a dicha conclusión? No dudo de que esas tres "celebridades" sean buenas personas, pero, ¿de qué manera han contribuido a la sociedad para que su opinión tenga mayor relevancia cultural que la de los demás? Peor aun, cuando miles de mujeres constantemente protestando a favor de la despenalización del aborto y nadie les hace caso.


Este fenómeno de la banalización de la cultura es algo que quizás cambie con el pasar de los años. Pero el cambio solo se dará si empezamos a darle prioridad a las ideas por sobre las imágenes. Por ahora, la solución está en no ceder ante los discursos sensacionalistas que los medios quieren que consumamos. Aunque a veces, por la institucionalización de este fenómeno en nuestra cultura, el sensacionalismo parece necesario e inevitable. Tanto así que para empezar este artículo y captar su atención, tuve que hacer comentarios irrelevantes acerca de la vida personal del autor del ensayo en discusión.

No hay comentarios:

Publicar un comentario